En la novela Goldfinger, Ian Fleming comenzaba hablando de Bond, James Bond, sentado frente a un filete reflexionando sobre su última misión.
Supongo que si el agente 007 hubiera sido escritor en lugar de espía habría tenido, como yo y como tantos otros, sus propias reflexiones frente a una humeante taza de café. Pero claro, James era británico y allí se lleva más el té.
Creo que el café es fundamental para un escritor, de hecho conozco pocos escritores y lectores que no se pirren por una lectura acompañada de una taza de café, té o cualquier otra cosa parecida.
A mí, desde luego, el café me vuelve loco, y frente a él acabo de tomar una decisión.
Cuando pasen los concursos literarios a los que he enviado mís obras pienso publicarlas en Amazon.
Si no gano los concursos, claro...
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